Antes que aparezca el olvido.

Es difícil pasar por alto la oportunidad de hacer una reflexión, aunque sea casi insignificante, en comparación a la magnitud y a la dimensión enorme, que ya de por si tiene el tema que intento abordar. El Día Mundial del Alzheimer es el marco idóneo para poner de manifiesto la necesidad de más esfuerzos para superar los retos que presenta esta enfermedad a nivel científico, médico y social.

El Alzheimer es el nombre con el que se denomina a la principal causa de demencia en el mundo. Según la OMS, la demencia afecta a 55 millones de personas, una cifra que no para de crecer. Si, es por desgracia, una enfermedad que afecta a muchas personas, en España son 900.000 el número de personas que padecen algún tipo de demencia, la mayoría Alzheimer. Una cifra tremenda y aún hay más. Parece ser, que en ese ranking de mala suerte que representa la enfermedad, la demencia es detrás del cáncer, la que más preocupa a la población española, ya que aún no existe cura y los cuidados que requiere son muy complejos.

Según los especialistas esta enfermedad que ataca al cerebro, puede que esté actuando por un periodo largo de tiempo (hasta 15 o 20 años) antes de manifestarse y de que aparezcan los primeros síntomas, que van desde las pérdidas de memoria, la dificultad para hablar, el cambio de humor, desorientación espacio-temporal, en definitiva, el olvido, la incapacidad para conservar recuerdos. Todas ellas son señales de alarma que pueden darse sin saber aún hoy el día las causas que la provocan. 

 Esta enfermedad también afecta al cuidador, a la persona que acompaña, que se ocupa, que cuida, que atiende. Por desgracia, el cuidador llega a quedarse totalmente desfondado, impotente y agotado por el esfuerzo físico y sobre todo por el desgaste emocional que supone ver como su ser querido se desdibuja y se pierde en sus propios recuerdos, que ya no es capaz de evocar.

Al hablar de esta enfermedad para la que en la actualidad aún no hay cura y al darnos cuentas del gran número de personas que directa o indirectamente pueden verse afectados, ya sea como enfermo o como cuidador.

Ante esta realidad inmensa y en constante crecimiento a pesar, de los enormes trabajos de investigación que hay en marcha y el trabajo que realiza en España la Fundación Maragall, intentando entre todos, buscar remedio, terapias para paliar los efectos, retrasarlos confiando que más pronto que tarde aparezca la cura.

Mientras eso ocurre, tenemos que prepararnos, tener prevista la posibilidad de que la enfermedad aparezca, ser conscientes como decía François Jacob que “lo que no se puede olvidar es el miedo a tener miedo… la imposibilidad de evitar la impotencia.”

El miedo a convertirse en objeto de cuidados, convertirse en alguien distinto a lo que uno es. Miedo a que decidan lo que a uno le conviene.  La incapacidad para poder decidir sobre uno mismo e incluso derivar esa responsabilidad a un tercero, eso es lo que estamos a tiempo de evitar. Hoy existen medios para poder tener una situación prevista, por si se presenta. Los cuidadores, a los que también hay que cuidar, al menos, sabrán como actuar, tendrán las indicaciones que respondan a nuestros deseos. No necesitarán improvisar, ni decidir por nosotros y eso ya es bastante tranquilizador.

Don Miguel de Unamuno dijo una frase que cobra todo el sentido en este texto. “Deberíamos tratar de ser los padres de nuestro futuro, en lugar de los descendientes de nuestro pasado”.

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